Nuestra Identidad viene marcada por el carisma de Alberta Giménez, un don de Dios para la toda la Iglesia. Alberta recibió la llamada de Dios, llamada personal para servir como educadora y madre; carisma personal que se convierte, a través de la historia, en el carisma institucional Pureza de María.
El Espíritu fue el que suscitó el carisma albertiano. Él es el que continúa infundiendo hoy en Pureza de María el espíritu de fe y va dando la fuerza necesaria para contribuir a la renovación del mundo a través de la educación. El carisma de Alberta trasciende su época.
Nos unen nuestros rasgos comunes: